sábado, 16 de enero de 2016

NUEVA YORK · Brooklyn Bridge Park

Por fin se cumplió uno de mis sueños fotográficos y pude realizar uno de los viajes que más ganas tenía de hacer. Poder visitar Nueva York.

No entraré a hacer la típica guía o diario del viaje. Ya hay "a patás" y mucho mejores de lo que un servidor pudiera ofrecer.

Sin lugar a dudas, un lugar que, ya sin haber estado todavía allí, me atraía de manera especial era la vista de Manhattan desde al lado del famoso puente de Brooklyn. Pero no a una hora cualquiera. Tenía que conseguir estar allí a la hora mágica del atardecer. 



Así que, previsor que es uno, con ayuda de mi Photopills, intruduje los puntos deseados y la altura del sol que me interesaba. Bueno, tampoco tenía mucho mérito esto. Tan solo hubiera bastado acercarme por allí siguiendo a alguno de los innumerables trípodes que pululaban por las cercanías, jajaja!!!! 

Fácil. A las 4:28 minutos era el ocaso, así que no debía estar allí más tarde de las 3 o 3:30. Con una horita y media antes es suficiente. Eso sí. No las tenía mucho conmigo. El cielo había estado todo el día despejado. Ni una sola nube. Pero había que ir sí o sí.

Ruta fácil. Había estado por la zona de Financial District y el 9/11 Memorial por la mañana, así que llené el buche en un SubWay y me dirigí al metro más cercano. El destino High St. De allí hasta el Brooklyn Bridge Park cinco minutos andando (¡¡qué bien que viene el Google Earth!!). 

Al salir de la boca de metro, mi primera sorpresa. Pequeñas nubes altas habían empezado a inundar, poco a poco, el cielo. ¡¡Bien!! Parece que, por una vez, la suerte podía sonreírme. Mi emoción comenzó a crecer conforme me iba acercando a la orilla del East River. Más y más nubes se iban colocando en la posición ideal. Todavía era pronto y el sol aún dominaba, pero pintaba bien. 

Como he comentado antes, ya había bastante gente colocando sus bártulos fotográficos a lo largo de los lugares más estratégicos esperando la mágica luz del atardecer, pero yo tenía claro mi sitio. Como en otras localizaciones, sabía que no iba a "inventar la rueda", pero no pretendo eso. Me da igual que haya millones de fotos iguales, lo que yo quiero con este tipo de localizaciones, es tener mi foto allí. 

Por fin en mi soñado aposento, planté mi trípode, coloqué la cámara, le enfrasqué el portafiltros, el disparador y el propio filtro. Como aun era pronto, comenzé con el 10 pasos de Hi-Tech. Mi check list: Medición y enfoque en auto; paso a manual; restar 10 pasos de diafragma y modo disparo con espejo levantado. Perfecto, me daba una expo de 30 segundos. Visualización de histograma y vi que aun podía apurar medio paso más. 45 segundos. "Click". Buen resultado. 

Pero, efectivamente, como me había recomendado mi amigo Javier de la Torre, el agua del East River se mueve mucho. Necesitaba más tiempo para "asedarla". Pero más tiempo significaba subir mucho de diafragma. Tanto que no me daba. ¿Solución? La que me dio Javi: "Tira en multiexposición". Venga, primera prueba: Misma exposición que en la prueba de antes pero con una multiexposición de 5 fotos. 45 segundos por cinco fotos me dieron como resultado una única foto de 225 segundos, suficientes para, incluso, conseguir los primeros edificios reflejados en el río.


Fui moviendo mi localización en torno a la orilla, a modo de turno con los compañeros que allí había. Lo típico: con mi parco inglés nos fuimos revelando consejillos, trucos, tú como haces esto... pues yo lo hago así... qué filtros usas... Incluso a uno que calzaba también el 14-24 de Nikon, le recomendé los porta de Lucroit. No los conocía pero dijo que miraría a ver si los enviaban a allí, a New Jersey, que es de donde era él. A ve si tiene suerte, porque me dijo que los de Lee salían mucho más caros incluso allí (B&H incluído!!!).


Poco a poco iba callendo la luz y la magia fue creciendo. Como mi emoción al ver que, por fin, conseguía tener un cielo espectacular. Más incluso de lo que yo había pensado. Tan solo, como ejemplo, decir que, no solo los turistas estábamos sacando fotos y alucinando, sino que muchos de los runners que pasaban, paraban y sacaban su móvil para inmortalizar el momento.

Una vez bien escondido el sol, me dirigí a la zona que hay entre los dos puentes, el de Brooklyn y el de Manhattan. Últimas fotos y ya, pensando en llegar al hotel y visualizar con calma las fotos. Eran ya cerca de las siete y, como vulgarmente se dice, ya estaba todo el pescado vendido.

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