El constante dinamismo que nos ofrece la conjunción de arena y viento en el desierto, nos regala, en ocasiones, formas caprichosas.
Pero no son solo estas mencionadas formas caprichosas las que llaman a uno la atención en el desierto marroquí de Erg Chebbi. El sol y la luna, o más bien, la luz que nos regalan, también entran en simbiosis con el silice marroquí.
La incidente luz permite observar como el color de la arena va tornando a
través de distintas tonalidades blanquecinas, amarillas, anranjadas y
rojizas.
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